El ajedrez estratégico de Donald Trump: La reina (China) El choque entre el rey y la reina, por ende, supera el plano meramente comercial y llega a abarcar aspectos de la soberanía tecnológica. En la mente de Trump, permitir que China domine campos clave como la inteligencia artificial, el 5G o la biotecnología implica un riesgo para la seguridad nacional estadounidense.
La visión de Trump parte de la convicción de que, a lo largo de los años, China ha aprovechado las ventajas de la globalización para robustecer su economía y expandir su presencia en múltiples regiones del mundo.
Su ascenso, marcado por la adquisición de empresas estratégicas y la inversión en infraestructura crítica, ha generado recelos en Washington, donde se considera que Pekín ha sacado partido de las reglas internacionales sin corresponder con la misma apertura en sus mercados.
Para Trump, esta asimetría comercial y tecnológica se torna inaceptable, pues pone en peligro el estatus de superpotencia que Estados Unidos ha ostentado durante décadas. De allí surge la decisión de confrontar a China de manera directa,
empleando aranceles y medidas restrictivas que presionen a Pekín a equilibrar los términos del intercambio comercial. El objetivo de esta estrategia no es únicamente contener a la reina en el tablero, sino también reafirmar la posición del rey, simbolizado en la economía estadounidense que, de acuerdo con Trump, debe mantener su supremacía productiva.
El impulso de la industria manufacturera nacional y el combate al déficit comercial se convierten en prioridades, pues se estima que la fuerza interior del país garantiza la solidez con la que se enfrenta a cualquier adversario externo.
Así, “America First” busca reintegrar fábricas que migraron a Asia y, en particular, a China, bajo la premisa de que la autosuficiencia industrial se traduce en mayor poder de negociación y en la reducción de vulnerabilidades.
Este repliegue hacia la producción doméstica, sin embargo, genera tensiones entre quienes prefieren el libre comercio como motor de la economía global y quienes defienden una política más proteccionista. El choque entre el rey y la reina, por ende, supera el plano meramente comercial y llega a abarcar aspectos de la soberanía tecnológica.
En la mente de Trump, permitir que China domine campos clave como la inteligencia artificial, el 5G o la biotecnología implica un riesgo para la seguridad nacional estadounidense. Por tal motivo, se apuesta por restringir las inversiones chinas en sectores sensibles y por impulsar la innovación local. Esta carrera científica y tecnológica, si bien puede fomentar la competencia y el desarrollo, también incrementa las tensiones políticas y el riesgo de una mayor segmentación de los mercados globales.
Cuando la reina avanza con proyectos de vanguardia, el rey se ve obligado a reforzar sus defensas, en consonancia con la filosofía que exige proteger los intereses de Estados Unidos ante todo. Mientras tanto, el entramado internacional asiste a un reacomodo de alianzas que gira en torno a la dicotomía entre la apertura a la influencia china o la adhesión a la estrategia de contención promovida por Trump.
Algunas naciones, especialmente en el Indo-Pacífico, sopesan la conveniencia de acercarse a la fortaleza económica de Pekín o de mantenerse bajo el paraguas de seguridad y cooperación con Washington. Este escenario ilustra cómo la partida de ajedrez no solo involucra al rey y la reina, sino también al resto de las piezas que, alineadas o divididas, inciden en la efectividad de cada movimiento.
En última instancia, la confrontación entre el rey y la reina responde a la pugna por el control del tablero mundial. La doctrina “America First” se erige como la directriz para salvaguardar los intereses estadounidenses y limitar la expansión china, con la intención de mantener la supremacía de Washington.
No obstante, el orden global está condicionado por la interdependencia económica, por lo que un choque frontal puede desestabilizar cadenas de suministro vitales para ambas potencias. La incógnita radica en si la estrategia de Trump logrará equilibrar los intereses internos y la necesidad de enfrentar a China sin que el tablero entero termine resquebrajándose.
Así, mientras el rey se refuerza con barreras arancelarias y reformas productivas, la reina continúa expandiéndose, explorando nuevos caminos y desafiando el predominio que Estados Unidos ha ostentado en el escenario internacional.
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