El tablero geopolítico de Donald Trump: Una partida de ajedrez estratégico Desde su mantra de ‘América Primero’ hasta sus tensas relaciones con rivales y aliados estratégicos, el enfoque de Trump parece inspirado en movimientos calculados, sacrificios tácticos y ataques directos que buscan maximizar su influencia tanto a nivel doméstico como internacional.
Si la política internacional de Donald Trump se representara como una partida de ajedrez, cada pieza en el tablero reflejaría los países y temas clave que configuran su agenda. Desde su mantra de “América Primero” hasta sus tensas relaciones con rivales y aliados estratégicos,
su enfoque parece inspirado en movimientos calculados, sacrificios tácticos y ataques directos que buscan maximizar su influencia tanto a nivel doméstico como internacional. En esta partida, el rey, pieza que encarna el eje sobre el cual gira toda estrategia, es Estados Unidos. Para Trump, proteger a Estados Unidos implica no sólo garantizar su seguridad nacional, sino también reforzar su supremacía económica y energética.
Su énfasis en el control de fronteras, la reindustrialización y la independencia energética subrayan la prioridad de mantener al “rey” seguro y bien defendido. Toda acción en el tablero está orientada a consolidar esta posición central, incluso si ello implica sacrificar piezas menores o desestabilizar alianzas históricas.
La reina, por su versatilidad y alcance, representa a China. En el tablero de Trump, China es el rival más formidable y omnipresente, abarcando desafíos económicos, tecnológicos y geopolíticos. Durante su primer mandato, el enfoque hacia China se manifestó en una guerra comercial agresiva, restricciones tecnológicas y un discurso constante sobre la amenaza que representa para el orden internacional liderado por Estados Unidos. En su segundo periodo presidencial,
Trump mantendrá una postura confrontacional, reforzando alianzas estratégicas en el Indo-Pacífico y promoviendo una política de desacoplamiento en sectores clave como la inteligencia artificial y las telecomunicaciones. Las torres, piezas asociadas con la defensa y el control, se pueden vincular a temas como la seguridad fronteriza y la protección de rutas estratégicas. En este contexto, México y el Canal de Panamá adquieren una relevancia particular.
México, como vecino inmediato, es visto por Trump como una línea de defensa primaria contra amenazas como la migración irregular y el narcotráfico. En cuanto al Canal de Panamá, su importancia radica en su papel como un punto crítico para el comercio marítimo global. Trump lo ha puesto como una posición prioritaria a defender frente a la creciente influencia de China en América Latina, especialmente dado el interés chino en la infraestructura portuaria de la región.
Los alfiles, asociados con movimientos diagonales y perspectivas a largo plazo, representan el enfoque estratégico en el Medio Oriente, en particular Israel y Arabia Saudita. Durante su primer mandato, Trump consolidó alianzas en la región a través de iniciativas como los Acuerdos de Abraham, que reforzaron la posición de Israel como un aliado clave. Asimismo, Arabia Saudita fue un socio estratégico en la política energética y militar.
Ambos países serán piezas fundamentales a partir del próximo 20 de enero del 2025 en una estrategia orientada a contener a Irán y mantener la estabilidad en una región vital para los intereses estadounidenses. Por otro lado, los caballos, con sus movimientos impredecibles, simbolizan las relaciones de Trump con socios estratégicos como la Unión Europea e India.
Europa, a menudo criticada por Trump, sería un socio táctico más que estratégico, sujeto a ajustes en función de las prioridades estadounidenses en comercio y defensa. India, en cambio, podría consolidarse como un aliado en el Indo-Pacífico, compartiendo intereses comunes en la contención de China.
Finalmente, los peones representan los temas domésticos y las relaciones con países de menor peso geopolítico, pero que resultan cruciales para alimentar la narrativa de su base electoral. Asuntos como la promoción de la energía fósil, la libertad religiosa y el combate a la “cultura de lo políticamente correcto”
ocupan este espacio en el tablero, al igual que las relaciones con Venezuela y Cuba, utilizadas como herramientas políticas para asegurar el apoyo de votantes latinos en estados clave. En conjunto, el estilo de juego de Trump sería definido por su agresividad y capacidad para tomar decisiones audaces, a menudo polémicas, pero diseñadas para reforzar su control del tablero.
En este escenario, cada pieza cumple un propósito específico en su visión de una política exterior orientada al beneficio directo de Estados Unidos. Su partida de ajedrez geopolítico no busca preservar el equilibrio global, sino garantizar que el “rey” permanezca a salvo, incluso si ello implica sacrificar piezas o desatar conflictos en otras partes del tablero.
La política internacional puede ser entendida a través del prisma del ajedrez, donde cada movimiento y cada pieza reflejan prioridades, ambiciones y riesgos.
En el caso de Donald Trump, el tablero es un campo de batalla donde la victoria no se mide en términos de alianzas fortalecidas, sino en la capacidad de consolidar el poder y la influencia de Estados Unidos frente a un mundo cada vez más competitivo y fragmentado.
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